CROACIA




Titulo este viaje así pero en realidad hemos visitado tres países: Croacia, Bosnia y Montenegro. Las siete noches menos una (por accidente) nos alojamos en Dubrovnik y de allí nos desplazábamos en coche de alquiler. En el breve trayecto del aeropuerto al hotel ya pudimos comprobar la poca iluminación de la carretera – por no decir nula, ni siquiera reflectores – y su estado deficiente: mal peraltadas, sin arcén, muy concurridas y sin itinerarios alternativos. Esto conlleva que cueste mucho recorrer pocos kilómetros.

Sabíamos de antemano que en este país se hacía de día muy temprano y anochecía a las 19:30 horas de la tarde, con lo cual, hay que aprovechar la luz solar al máximo y no hay otra manera que madrugando (nos despertábamos a las 6).

Iniciamos nuestra ruta recorriendo la Península de Peljesac hasta Orébic, donde cogimos un ferry que en doce minutos llega a la isla de Korcula. La ciudad de Korcula es famosa porque el trazado cuadriculado de sus calles amuralladas recuerda a Dubrovnik en pequeñito. Nuestro primer contacto con el mar Adriático fue precisamente en Orébic en una playa de guijarros pequeña de aguas cristalinas y frescas y tranquila a pesar de estar llena de gente.



Nuestro segundo día lo dedicamos a visitar el país vecino Bosnia y su ciudad más conocida, Mostar, por la tan próxima guerra de los Balcanes. Unos días antes de ir me leí la conocida novela de A. Pérez Reverte, Territorio Comanche, cuya lectura rápida y gráfica aconsejo. Paseando por las calles del bello centro histórico llegas al famoso puente, reconstruido tras los estragos del conflicto bélico. Los cuales se hacen evidentes también en edificios, casas y lugares de culto. Mención especial los cercanos lagos Kravica y sus cascadas. Como todo no podía ser bonito, cruzar la frontera de Bosnia a Croacia nos costó más de hora y media debido a obras en un tramo de carretera que no llegaría a diez metros. Lo que más me sorprendió fue la exagerada paciencia de los croatas en el atasco, totalmente silenciosos y sin pulsar el claxon ni una sola vez… ¿os imagináis esto en España?: noche cerrada, pasadas las once, cuando llevas fuera de casa desde las siete de la mañana...








En cuanto a Dubrovnik, maravilloso su casco viejo con su concurrida avenida principal Stradun. Aunque lo que más me fascinó fueron las calles empinadas que la cruzan llenas de restaurantes con terrazas en el exterior con las mesas preparadas y engalanadas con bonitas vajillas y mobiliario. Demasiado turístico, aconsejo visitarlo por la tarde cuando los turistas de los cruceros ya han regresado al barco.





Nuestro próximo destino fue la isla de Hvar. Según las guías, de las más populares pero menos turística. Aquí pudimos bañarnos entre peces en la playa más bonita que he visto nunca, situada al este de la isla, en la localidad de Bogomolje. Una playa pequeñita de guijarros, de aguas frías y cristalinas donde los peces se te acercaban y eran visibles sin gafas. La imposibilidad de regresar a Dubrovnik por el aforo máximo de treinta coches en el ferry nos obligó a buscar alojamiento en la isla. Aconsejo recorrerla entera. Solo hay una carretera pero sin tráfico, eterna por las curvas y el mal estado. Pero el final vale la pena. De lo más destacado: la preciosa y cosmopolita ciudad de Hvar, que pudimos disfrutar de noche.







Al día siguiente visitamos Split, famosa ciudad conocida por el emperador romano Diocleciano. Y Trogir, una encantadora isla declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Se trata de una isla conectada por puentes a la península y cuyas construcciones recuerdan a Venecia, con sus bonitas fachadas y tejas rojas y su coqueto castillo frente al mar. De vuelta a Dubrovnik pisamos la primera autovía desde que estamos aquí.




 



Penúltimo día que nos lleva a visitar Montenegro. Enseguida te das cuenta del cambio de carácter entre los montenegrinos y los croatas, poco amables estos y mucho más abiertos, incluso esforzándose por hablar el español, los montenegrinos. El paisaje también cambia por completo e incluso el mismo mar, aquí se vuelve oscuro pero con las aguas igual de limpias. En Ljuta comimos mejillones sacados del criadero, pesados y cocinados en el momento en un chiringuito a pie de playa. Buenísimos. También criaban ostras pero por mi aprensión al marisco declinamos probarlas. Recomendable la vuelta circular entre las poblaciones de Herceg Novi y Kotor, la bahía de Kotor que recuerda a los fiordos, con abruptas montañas que rodean la carretera y el mar. Terminando la vuelta en Sveti Stefan, isla privada de la alta sociedad montenegrina.








Último día de viaje que dedicamos a descubrir alguna playa cercana a Dubrovnik, ya que la de la ciudad nos dejó bastante decepcionados. Visitamos Kupari con su Bahía de los hoteles fantasma, llamados así por el estado lamentable en el que quedaron tras la guerra. Aquellos hoteles opulentos acogían a los militares de todos los territorios de la antigua Yugoslavia, los mismos militares que luego metieron en una guerra a sus ciudadanos. Los serbios fue lo primero que bombardearon por lo que en su día representó. Los mantienen así, no sé hasta cuándo, pero en un estado más que desolador. En las playas de Mlini y Cavtat hemos vuelto a disfrutar buscando peces.




¿Que si volvería a ir o recomendaría este viaje? A día de hoy y a pesar de lo bello del paisaje, de sus ciudades monumentales, sus pueblos pintorescos y sus playas, diría no. ¿Por qué? Me han parecido países complicados de visitar por las carreteras escasas y en malísimo estado, la incomodidad de tener que visitar las islas en coche teniéndote que atener a los horarios de los transbordadores con poca capacidad para los coches, las repetidas paradas y colas en las aduanas, el poco amigable carácter de los lugareños, la diferente franja solar, el excesivo turismo, los cambios de moneda en los que raramente sales ganando y los precios elevados.

Por no aburrir al lector, he omitido muchos otros sitios en los que estuvimos. Si has llegado hasta aquí, agradecerte la confianza depositada en mi lectura. Si tenías pensado ir, ves. Viajar siempre es una experiencia enriquecedora. Espero que mis hijas valoren más de ahora en adelante lo que tienen como ciudadanas de un país en el que puedo afirmar que se vive muy bien y que nos ofrece buena gastronomía, buena gente y lugares maravillosos que nada tienen que envidiar.

Las fotos que muestro son todas mías y no han sido sometidas a ningún filtro ni programa de edición. Agosto, 2018.






Comentarios

  1. pues lo dejas claro con tu crónica viajera, mas de una vez te quería haber preguntado y lo haré si alguna vez voy.
    Saludos.
    Fernando

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    Respuestas
    1. Bueno, poco más que añadir a lo que digo aquí. No creo que cambie de opinión porque no volvería para comprobarlo. Muchas gracias por pasarte, Fenando. ¡Saludos!

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